¿Alguna vez quisiste no sentir dolor? ¿Imaginas tu vida sin dolor? Suena bien, lo sé, pero el dolor es lo que nos advierte del peligro y lo que nos mantiene seguros y alejados de problemas en nuestra salud. Por ejemplo: si el cuerpo siente un calor excesivo va a reaccionar inmediatamente para no quemarse, si el cuerpo siente un dolor extraño en algún órgano o en alguna parte del cuerpo; sabrá que algo no anda bien o que hay alguna enfermedad.
En este mundo somos más de 7 mil 160 millones de habitantes, y casi todo el planeta conoce el dolor físico. Al decir "casi" me refiero a que no todos los habitantes de este planeta tienen esa maravillosa característica humana.
Y... ¿si nada nos advierte que nuestro cuerpo ha sufrido algún daño?
Existen personas inmunes al dolor, no es porque se hayan entrenado para eso, sino porque sufren de una rara enfermedad llamada Insensibilidad Congénita al Dolor.
La Insensibilidad Congénita al Dolor (CIP) es un desorden genético que afecta al sistema nervioso autónomo, que es el que controla la presión sanguínea, el ritmo cardíaco, el sudor, el sistema sensorial nervioso y la habilidad para sentir el dolor y la temperatura. Los personas que la padecen interpretan de forma anormal los estímulos dolorosos. Como consecuencia, corren el riesgo de sufrir lesiones como traumatismos, fracturas, luxaciones o quemaduras, y a causa de estas morir más jóvenes. En edades tempranas deben estar bajo supervisión para que no se autolesionen involuntariamente.
Los pacientes sienten con normalidad el tacto, la presión, los cosquilleos, el calor y el frio pero no el dolor. En la gran mayoría de los pocos casos que se han registrado con esta mutación, los pacientes fallecen con pocos años de vida por infecciones, ulceraciones y otras condiciones que se detectan demasiado tarde e incluso por daños auto-inflijidos.
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